El rencuentro de la familia pulquera
Lizeth Sevilla
“Y fueron a poblar allí sus
antepasados, porque su señor que era escogió aquella tierra por muy buena y
rica. Estos mesmos inventaron el modo de hazer el vino de la tierra. Era mujer
la que comenzó y supo primero agujerar los magueyes para sacar la miel de que
se haze vino; y llamávase Mayáoel. Y el que halló primero las raízes que echan
en la miel llamávase Pantécatl. Y los autores del arte de saber hazer el
pulque, ansí como se haze ahora, se dezían Tepuztécatl, Cuatlapanqui, Tliloa,
Papaíztac, Tzocaca, todos los cuales inventaron la manera de hazer el pulque en
el monte llamado Chichinauhya”
Historia
general de las cosas de la Nueva España. Libro X.
Fray
Bernardino de Sahagún.
Fue
en 1558 cuando Fray Bernardino de Sahagún recibió la encomienda de realizar un
trabajo profundo en el que detallara la forma en la que vivían los indígenas a
la llegada de los españoles, a la tierra que ellos llamaron la Nueva España.
Para realizar esta concesión, Fray Bernardino de Sahagún se hizo ayudar de sus
estudiantes, muchos de ellos mexicas que habían sido ya evangelizados y
comprendían el castellano. Para estas fechas el fraile ya vivía en Tepeapulco,
al sureste de Hidalgo, en donde comenzaron a construir,
sobre las ruinas de una pirámide, el monasterio para los sacerdotes de la orden
Franciscana, muy cerca de la casa que había ocupado Hernán Cortés a su paso por
esta localidad.
En
esta tierra, Fray Bernardino de Sahagún comenzó a realizar lo que algunos
llaman, de buena fe, la etnografía de la Nueva España. En ésta, no solamente
describió los rituales en las relaciones de poder y la organización social,
sino que escribió lo que ahora se conoce como el Códice Florentino, en el que ahonda
sobre los efectos de un sinfín de plantas curativas de diversas especies que
encontraba en su camino, como el maguey, del que relató todas las propiedades
que aprendió estando cerca de la gente, desde la extracción del aguamiel, su
fermentación para hacerlo pulque hasta el contexto en el que se bebía.
Algunos
siglos después, en el mismo Tepeapulco que Sahagún describió, fue que nos
reunimos nuevamente la familia pulquera, en el Tercer Congreso del Maguey y
Pulque, celebrado en el mes de Octubre, para compartir lo que hemos aprendido a
través del tiempo sobre esta planta que nos ha proveído de casa, ropa, alimento
y medicina por tantos siglos. Recorrimos sus calles, bebimos su pulque,
continuamos aprendiendo de los tlachiqueros que año con año nos reciben con un
curadito y toda su amabilidad, bebimos y compartimos lo que se ha estado
haciendo desde nuestras trincheras en relación a este alimento milenario.
Volvimos
a coincidir personas de diversos estados de la República. Desde el estado de
México, los del Colectivo el Tinacal, hablaron de la relación de las mujeres
con el pulque, la epistemología pulquera, las neopulquerías en la Ciudad de
México, y presentaron su reciente libro Los
recuerdos del porvenir, las pulquerías de la Ciudad de México. También
Gabriel Bravo, que durante más de diez años ha hecho una etnografía fotográfica
de la república mexicana en busca de pulque, nos compartió algunos de sus
momentos memorables de sus viajes pulqueros.
De San Luis Potosí, el Colectivo El Cariño de un Tlacuache, hablaron de la
cultura pulquera de su estado, una revisión histórica y del trabajo cultural
que han estado realizando para la resignificación de la bebida. Del estado de
Puebla, Javier Gómez Morín, que cada congreso nos ha dejado anonadados con la
profundidad de los temas que plantea, esta vez nos compartió información sobre
la presencia del pulque en el cine mexicano, cortometrajes desde 1933 hasta
nuestras fechas. También los creadores de la Pulcata, nos compartieron que han
estado trabajando con el destilado de pulque, un licor que a pesar de ser industrializado,
conserva de alguna manera el sabor lejano de la tierra. Y así Querétaro, Oaxaca,
y Morelos con un cuento maravilloso que
una tarde de viernes friolento nos compartió la escritora Carmen Mendoza
Cámara, con su Azul Celestial.
La
presencia de Jalisco también se hizo evidente con el Colectivo Pulquimia, que
llevó una exposición pictórica sobre los misterios del maguey y el pulque. Recuerdo
un Mándala Chinicuil de Sergio Manzano, que me hizo feliz una tarde de
añoranzas. Llevaron también maguey de Jalisco y la música que nos hizo las
noches cuando terminábamos de discutir la vida pulquera. También estuvieron
presentes los autores de “Pulque, pulqueros y bebedores en Jalisco”, generando
un ambiente de discusión enriquecedor, sobre el rumbo que lleva el respeto por
el maguey y el pulque, las alternativas agroalimentarias y el compromiso social
de quienes estamos inmersos en la investigación. Finalmente, fue el turno del
trabajo etnográfico que durante casi dos años he realizado en Zapotlán el
Grande y en algunos municipios del Sur de Jalisco.
Durante
estos tres años hemos visto cómo se han sumado personas que han estado haciendo
investigación, jóvenes de diversos estados de la república que se unen a este
trabajo que desde lo individual exige congruencia, respeto, compromiso y, desde
el punto de vista colectivo, una responsabilidad inefable con nuestras raíces. Pero
también durante casi tres años, hemos aprendido del trabajo de los tlachiqueros
que han permanecido con su legado a pesar de las condiciones adversas que los han
golpeado, con el agravio que ha sufrido el maguey y el pulque en toda la república.
Por eso, en los tres congresos, se les ha rendido un merecido homenaje por
dejarnos aprender y por no dejarnos sin maguey y pulque en estos periodos de
resistencia. Este homenaje que se realiza cada año en un municipio diferente
del estado de Hidalgo, también lo ofrecemos los que vamos de otras trincheras,
agradecidos con los pulqueros que abrieron las puertas de sus casas y nos
dieron la oportunidad de aprender todo sobre el maguey y el pulque.
Al
finalizar el congreso, algunos miembros del colectivo el Tinacal y Pulquimia,
así como los nómadas, tuvimos la oportunidad de compartir espacio, canciones y
pulque en la hacienda de don Alfonso Alvarado, en Tultengo, quien además de
heredarnos las enseñanzas del campo y abrirnos las puertas de su casa, hizo un
homenaje a los tlachiqueros de Hidalgo y a los pulqueros de Jalisco,
construyendo dos monumentos vivos: en uno se sembró un maguey de Hidalgo y, en
otro, un maguey de Jalisco, como símbolo de la hermandad y el esfuerzo que
compartimos al buscar el respeto por la cultura del maguey y el pulque.
En
estas tierras en las que Fray Bernardino de Sahagún intentó comprender las
propiedades de una planta y la relación que tenía la gente con ella, nosotros
nos bebíamos su néctar y veíamos los inmensos valles surcados de maguey. Seguramente,
entre la quietud y la neblina nos hacíamos preguntas, pero los días y las
noches en Tepeapulco, incitan necesariamente al silencio, a las caminatas en
soledad pensando y dejándose querer por ese olor a tierra, a viento mezclado
con alcanfor y especias, a leña ardiendo, a pulque fresco. Allá cada cuando una
estrella que se cae al magueyal, los sonidos lejanos de un viento femenino que
anda buscando algo –como nosotros–.
Hay
quien dice que año con año vamos a un congreso pulquero, los que hacemos
investigación y los que hacemos algo, lo que sea, para resignificar el pulque.
Para muchos de nosotros es ir al encuentro de la familia pulquera y eso es
motivo de celebración. Vivimos la fiesta de la tierra, durante los tres o
cuatro días que hablamos y bebemos del néctar de los dioses, de los
cuatrocientos pechos de Mayahuel.