jueves, 8 de noviembre de 2012

Fotografía de Minerva Gonzáles. Monólogo de una mujer desnuda...
 
Un soliloquio/ Lizeth Sevilla
 
Y como en otras épocas
cuando me viene el amor de golpe
y quiero mirarte a los ojos
morderte los labios
abrir las compuertas de mi entrepierna
para que descifres mis andanzas
me detengo y escribo…

Es probable que un día
no solo te inunden mis palabras…
y entonces vengas a recorrer mi isla
[sin el miedo que eres ahora]

sábado, 12 de mayo de 2012

Monólogo de una mujer desnuda /Lizeth Sevilla

Monólogo de una mujer desnuda /Lizeth Sevilla

I

Nuestro amor era un simulacro,

un antifaz del tiempo sobre nuestra memoria,

el amor que hacíamos todos los días

con las ausencias y presencias,

el amor que gastábamos luego en besos

arrancando resuellos pasionales

al raciocinio,

cuando empezábamos a extrañarnos

con un dolor lúdico

en el vientre,

en las manos,

en la boca,

en el silencio

donde hacemos falta,

en la oscuridad:

bendita dualidad del deseo no consumado,

cuando nos enseñamos
la tierra,

el agua,

el viento,

y lo indecible

se descifraba en tus manos

[y en tu boca],

cuando tu lengua resolvía

cálidamente

los misterios de mi cuerpo enardecido

de ti,

de todo.

II

Todas las noches eran de tango,

de violines necios

que han susurrado por los siglos de los siglos

besos graves,

miradas graves,

ausencias graves,

cuerpos sin memoria que siguen creando

en el tiempo, en su espacio,

que se encuentran

y desencuentran.

III

En el presente que no te incluye,

trazo líneas de tu cara

con el humo del cigarro,

te salvo de la abstinencia,

de no imaginarte… del olvido.

Y vivo en un exilio de tu cuerpo,

de tus manos,

tus silencios,

en un exilio imperecedero

sin retorno, sin luz, sin ti,

entre los escombros y las cenizas,

el humo y la noche,

y construyo andamios y colmenas

en mi regazo

donde no duermes…

IV

Te desprendo del celofán que te asfixia

[lentamente]

te sacudo,

existes,

te acaricio con la boca húmeda

imprudente,

muda.

Cruzo las piernas, los dedos,

el alma

y converso contigo,

me fumo tu aliento,

soberanamente me fumo tu aliento,

el aire pesado que respiras confundido.

Y mancillo tu boca

[que no es mía],

muerdo tu boca

y el dolor es dulce.

Hundo mis dedos

en la selva inmortal de tu cuerpo

donde los peces

y el musgo

se adhieren a mi historia.

Te fumo

y de vez en cuando me ahogo,

me asfixio con el murmullo de tu aliento,

y en esa muerte diminuta

donde tu ausencia es utopía

te vuelvo a enseñar

el agua,

los tangos,

la tierra por donde no transitas

Nahui/Lizeth Sevilla


Nahui

Lizeth Sevilla





Espero que cuando yo esté muerto comprendas

que conseguí tanto como pude.

Charles Bukowski

I

Debió ser doloroso Nahui

abrir los ojos en una cama

sin tu mujer al lado

dejar pasar la eternidad

                          -que te pertenece-

bebiéndote las olas

de un mar dulcísimo

recorrer las plazas comerciales

con ese ejército de ángeles asexuados

que no podrás poseer/



porque en tu nuevo mundo

no está el cuerpo mío

amándote

teniéndote cerca de la piel

que ahora arde y envejece

en esta tierra de misterio y tumbas.



Debió ser extraño mirarte en las aguas

cristalinas

con tu ropaje blanco.

Escuchar mientras caminabas

los murmullos de terceros que te cuestionaron

y desde entonces te condenaron al olvido.



Debiste añorar esos conciertos coreanos

                            -que sólo tú entendías-

en aquel mundo sin lengua/



los atardeceres en los que Lhasa de Sela

se incrustaba en tus oídos

mientras leías a Platón o a Wittgenstein

y yo tomaba café o agua.



Cómo debió dolerte

no tener en tu mochila el viejo libro

Nietszcheriano

que cargabas en tus viajes,

la colección de Alighieri

que te ponía de malas cuando llegabas al infierno

y salían ese momento tus fantasmas

al filo del atardecer

                            reclamando tu presencia.  

No pude seguirte Nahui

porque me quedé llorando tu ausencia

en esa tarde de julio en que te reventó la vida

y ya no quedaron fuerzas para reclamarle al destino.



Cómo me entume el tiempo Nahui,

el ruido de los carros, el vacío de las noches en vela

esperando que vengas y me expliques

que me digas del neoliberalismo,

del misterio de los cuerpos despojados.

II

Qué le vamos a hacer a la vida

Nahui

si así nos la construyeron

muda

inerte por antonomasia

sin asombro

sin renunciamientos

con el caos agrietándonos los labios para no hablar jamás.



Cómo te explico Nahui el abandono

cómo te curo las heridas

de esa alma tuya

que se ha ido a adolecer

                a otros paraísos



cómo te digo a ti

del libre albedrío

si elegiste bien al desafiar las reglas de los mundanos

de los que vamos por la vida creyéndolo todo

el currículo

la lengua

el sexo

los divorcios

III

Nos has dejado para siempre

dolorosos

con el miedo entrando por las uñas

con las lagrimas quemando los rostros

de esos entes que nos miran y callan

con la moral rasgándonos el pecho

y la ciencia atolondrándonos

la vida…



Cómo me harás saber de ese momento

-católico y apostólico que tanto odiaste-

en que vengas y tumbes la puerta

tires los libros

asustes al gato

y me digas con la fuerza del que regresa

que no ha pasado nada…



Hay que volver a dormir…